martes, 7 de septiembre de 2010

De Pilar Calvo, viuda de Samper

“Hace unos días, mi hija, Pilar Samper Calvo, me mostró una página de un ordenador en la que se decía de un proceso para la Beatificación de Domingo Espinós. No me extrañó nada, aunque me alegró muchísimo, pues yo siempre lo recordaré como un Santo.

Lo conocí en 1.971, año en que destinaron a mi marido a Madrid. Mi marido ya lo conocía, pues habían cursado el bachillerato en el mismo colegio, El Pilar de Valencia.

Desde 1971 fue nuestro amigo y médico. Llegamos a Madrid con tres hijos, el pequeño con una enfermedad ya diagnosticada, sin esperanza de curación, fibrosis quística de páncreas. Domingo fue nuestro apoyo y con El y la Gracia de Dios, nuestro hijo vivió hasta los 17 años. No quiero entretenerme y contar cómo fue en trato y que cambio proporcionó la actuación de Domingo a mi hijo y a nosotros. Tengo mis anécdotas de ello.

Mi hijo murió en 1985, poco después mi marido enfermó del riñón y fue sometido a diálisis durante 11 años. Todo ese tiempo Domingo estuvo constantemente pendiente de el, hablaba con el nefrólogo y seguía su enfermedad paso a paso.

También en el lado amistoso, y pese a todas las cosas, pasábamos buenos ratos y convivíamos mucho disfrutando de su sabiduría y humanidad.

En 1999 murió mi marido. Los tres últimos meses los pasó en el Clínico. Domingo lo visitaba diariamente; de estos meses podrá contar infinidad de cosas que demuestran cuál era su bondad y su entrega a los enfermos.

Desde ahora no pediré por Él sino que pediré a Él que nos ayude en el Cielo como lo hizo en la Tierra.

No olvido tampoco a Mª Teresa, que fue tan buena compañera y quiero darle las gracias por su amistad.

Pilar Calvo, Vda. de Samper.”